Preocupadas se encuentran las autoridades ante otra muerte de un escolta por causas naturales. En lo corrido del año, es el quinto caso reportado de muerte por aburrimiento en este gremio.
«Antes, ser escolta en Colombia, lamentablemente, era una profesión de alto riesgo. Con el proceso de paz, lo más peligroso que le puede pasar a uno es lastimarse ayudando en un trasteo o que le salga demasiado madura una papaya cuando le hacemos el mercado a la señora», comentó uno de estos profesionales, quien pidió reserva de su identidad.
Los guardaespaldas invierten gran cantidad de tiempo y recursos en capacitarse en conducción, manejo de armas y artes marciales, pero en realidad, en tiempos de posconflicto, asumen como niñeras, chefs y mensajeros.
«Yo me metí en esta profesión porque me considero adicto a la adrenalina. Ahora me la paso lavando el carro y esperando afuera de restaurantes firififí. Hago por esta vía un llamado a los señores del ADN para que el crucigrama sea de doble página. Es que, para esa gracia, hubiera estudiado para mayordomo», agrega el escolta, quien hace parte de un grupo de 20, asignado a un congresista.
En Colombia, más de 8.000 personas cuentan con esquema de seguridad, que le cuestan al país 483.000 millones de pesos, asumidos por la Unidad Nacional de Protección, la Policía, las Fuerzas Militares, la Fiscalía y la Procuraduría.
La semana pasada, uno de estos profesionales murió plácidamente mientras hacía el Sudoku. «Pues viéndolo bien, hasta chévere irse así, dormidito, y no por ahí de un atentado», reconsidera su colega.