Publicado el por en Interné, Tecnología, Tendencias.

Una nueva amenaza se cierne sobre la juventud colombiana. Personas inescrupulosas están vendiendo ‘likes’ de diferentes redes sociales en las afueras de los colegios del país.

Estos maleantes se aprovechan de la propensión de la juventud contemporánea a la adicción a los dispositivos digitales pero sobre todo de su tendencia a la flojera. Y es que gracias a estos paquetes de likes de Facebook e Instagram se están ahorrando el esfuerzo de publicar cualquier cosa en sus perfiles solo para sentarse a esperar los ‘me gusta’.

Para colmo, son cada vez más reiterativas las denuncias de ‘jibaros digitales’ que le regalan hasta cincuenta likes a niños y niñas que todavía no tienen perfiles en las redes.

Es un fenómeno alarmante que se explica por la dosis de dopamina que emite el cerebro cada vez que un contenido publicado por un joven recibe un ‘like’ de otra persona. Esta sustancia produce el mismo efecto de la heroína siendo esta última mucho menos adictiva.

Así lo confirma este desgarrador testimonio de una madre de familia: «No se imagina lo que extraño cuando mi Juliancito metía vicio. Eso era otra cosa. Lo que fumaba le daba hambre y por ahí lo hacía comer. A veces le daba unos ataques de risas que aun con el mal genio que le daba a una por saber por qué era que estaba así pues a la larga terminábamos todos contagiados tirando caja. Y le digo, lo mejor: descansaba por las mañanas: eran horas muy hermosas en las que lo teníamos acá, presente, así fuera pegado del plei, pero uno lo llamaba y ahí mal que bien respondía, hasta le hacía a uno un mandado si uno se lo sabía pedir (el mandado)».

La abnegada mujer se limpia una lágrima que se desliza por su mejilla y continúa: «Pero ahora desde que se enganchó al celular ni come, ni ríe y lo primero que hace cuando abre el ojo es conectarse, meterse su dosis y de ahí no para hasta que se acuesta. Sí, está acá, pero es como si no estuviera. La casa se puede estar incendiando y él sigue ahí pendiente de quién le paró bolas a las pendejadas que pone ahí».

Junto a ella, una amiga de la parroquia complementa: «Uno los ve ahí en los columpios como atembados con el aparato ese del demonio en la mano. No hacen nada, ni ruido, ni molestan a nadie, el problema es el ejemplo que dan. Arranca a llover y ni se dan cuenta, qué día un perrito de esos bravos le saltó a uno que a morderlo y el pelado lo único que hizo fue dejarse para publicar la foto que tomó del momento y que le dieran más likes».

Expertos consultados que pidieron reserva de su identidad vinculan este fenómeno con el de que cada vez sean más los casos de expatrulleros de la Policía Nacional convertidos en apetecidos «influencers» digitales.

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