Luego de las declaraciones del alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, donde afirmó que «A los ciudadanos les parece muy sexi el metro subterráneo porque no lo han usado. Pero cuando ya tienen que meterse bajo tierra como una rata todos los días, en unos túneles que huelen a orines con mucha frecuencia (…)», muchos se preguntan el origen del fastidio que le tiene el mandatario a las construcciones bajo tierra.
Edmund Bennet, compañero de estudios en la Universidad de Duke, narró a una emisora una anécdota que podría explicar la terquedad de Peñalosa para no hacer un metro subterráneo: «Enrique, o Henry, como le decíamos los amigos, tuvo una experiencia traumática en una excursión para una clase de Movilidad Urbana. En los parqueaderos tenían exhibido un pequeño automóvil de tres ruedas. Como el de Mister Bean, ¿se acuerda?», comentó Bennet.
«Henry, que ya era bien alto en esa época y muy recochero, se metió en el carrito para que le tomáramos una foto y un compañero le cerró la puerta. Al pobre Enrique le dio un ataque de claustrofobia y gritaba que lo sacáramos de ahí, pero con tanto movimiento se quedó trabado y al final tocó llamar a los bomberos. Todavía nos acordamos de eso en las reuniones de exalumnos», dijo Bennet, con seriedad.
Al día de hoy, los más cercanos colaboradores del mandatario confirman que jamás se sube a un ascensor o a un espacio cerrado y que para sus fotos en Transmilenio siempre pide que las tomen con el bus medio lleno y en menos de dos minutos. Después de ese tiempo, debe usar una bolsa de papel para evitar hiperventilar.
La obsesión del alcalde por los espacios abiertos y el uso de la bicicleta también son una manera de evitar un ataque de pánico. Por eso, en los pasillos del Palacio Liévano se rumora que no es por el olor a orines o las ratas, sino por la claustrofobia, que al alcalde le parece sexi el metro elevado.