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«Feliz, definitivamente feliz, un orgullo para mí, para mi esposa y para mis hijos tener el inmenso honor de ser deportados por un verraco como lo es el doctor Trump: un patriota de los que ya no se ven, un líder con el temple de los arrieros que cruzaron las montañas rocosas, ponga ahí joven: duélale a quién le duela».

De esta manera Javier de Jesús Aristizábal, colombiano residente desde hace más de treinta años en el sur de la Florida se expresó sobre posibilidad de que las nuevas medidas migratorias de la administración Trump terminen por afectarlo.

«Esto por acá se ha dañado mucho. Uno antes salía al Wal mart, a la parroquia y era solo gente de aquí: te explico, desplazados de Allende, de Castro, del Sandinismo, de la Revolución en marcha de López Pumarejo, todos íbamos a misa, leíamos a Plinio Correa, rezábamos el rosario antisocialista y anti mensajes subliminales, todo eso se perdió más o menos calculo yo con todo ese auge de los Estefan y unos nuevos valores, antivalores, de hombres que se hacían el manicure, por ejemplo, que ya no eran los nuestros, los de los colonos, porque nosotros también somos colonizadores».

«Esto se llenó de latinos, todos muy regulares. Se dejó de conseguir buen servicio», acota Irma, su esposa.

Aristizábal asegura que puede haber llegado el momento de seguir el ejemplo de sus ancestros cuando, agobiados por el acecho de los gustos y costumbres mundanas abandonaron su natal Rionegro para fundar Manizales. «Nos vamos, echamos nuestros corotos ya no en la mula sino en el poBox y nos vamos a fundar un condominio de bien con vigilancia privada ojalá en algún humedal, de esos que cuidan los comunistas. No seremos en últimas expulsados por el Doctor Trump, sino sus adelantados, porque tarde o temprano Él o uno de los Suyos llegará y ya le tendremos los voticos».

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