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En total calma y sin empujones se repartieron ayer 15.000 muñecos de peluche en la ciudad de Tokio, como parte de la conmemoración del festival del cerezo en flor, equivalente al día del amor y la amistad que se celebra en varios países de Latinoamérica.

En el marco del tradicional festival, los ciudadanos nipones consumen hamsters vivos y con alguna frecuencia se aparean en torno a una remolacha que ha sido puesta a fermentar dos meses antes.

El caso es que los asistentes llegaron a la cita con la puntualidad que los ha hecho famosos en el planeta una vez terminaron su jornada laboral e hicieron la fila en total armonía, como es usual en la tierra del sol naciente. No se reportaron chiflidos, cosquilleos, agresiones verbales ni desmayos. Una mujer de baja estatura y con rasgos faciales diferentes a los de la mayoría que intentó vender puestos en la fila fue objeto de severas pero respetuosas reprimendas de todos los presentes.

Los únicos inconvenientes ocurrieron cuando algunos presentes cedían el paso insistentemente dando la venia, retrasando algunos segundos el turno. La única persona que osó ingresar indebidamente a los puestos de adelante, una vez puesta en evidencia llevó a cabo un profundo ejercicio de arrepentimiento y autocrítica, solo el cariño de los presentes logró evitar que tal introspección terminara en un lamentable. Así mismo, momentos de angustia moderada se vivieron cuando encontraron un celular perdido y la gente trataba de encontrar a su dueña.

Al finalizar, varios asistentes, agradecidos, se quedaron para barrer el suelo del parque.

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