Publicado el por en Salud y bienestar, Tendencias.

Un estudio de la Universidad de Minnesota concluyó que la expectativa de vida de quienes, con frecuencia, presos de la cólera, apuran con el pito -de sus vehículos- a peatones en cruces, puede ser hasta veinte años menor que la de aquellos que no suelen incurrir en esta conducta.

«No es ningún misterio: cada episodio de estos significa una descarga anormal de cortisol, sustancia que tiene un efecto muy dañino en áreas del cerebro cuyo buen funcionamiento es fundamental para llegar a la vejez», declaró el doctor Brian McFoly, director del equipo que adelantó la pesquisa.

«Es paradójico: mientras el peatón suele estar tranquilo, en un estado ideal para que el cerebro funcione a plenitud y libere endorfinas, el conductor se autodestruye».

De acuerdo con el documento que consigna los principales hallazgos, la mencionada descarga de cortisol tiene un efecto nocivo para el cerebro y el organismo en general comparable con el de sumergirse treinta segundos en el río Bogotá o permanecer cinco minutos con la nariz pegada al exhosto de un vehículo de transporte público, según explicó a este portal el neurólogo Fernando de la Huerta quien siguió muy de cerca el avance de la investigación.

«Lo complicado del asunto es que no solo la expectativa de vida sufre una reducción drástica sino la calidad de vida también. La pérdida de facultades es acelerada y evidente. A toda esa gente subnormal que hala donde dice empuje, que se sienta en escaleras de alto tráfico, que oprimen hasta cinco veces el botón del ascensor, que hacen doble fila en los cruces, que deja al niño haciendo fila en el banco para volver después o que le da diez artículos al menor en la caja rápida y se queda con otros diez no le queda mucho tiempo en este mundo».

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