Publicado el por en Deportes, Entretenimiento.

A diario, en la ducha, deja caer dos o tres lágrimas. Desgarrador.

«Yo nunca quise ser periodista deportivo, pero mi papá me obligó y con ello me desgració la vida», con esta cruda sentencia inicia su testimonio Tito* quien hoy busca la manera de escapar de la cárcel vocacional en la que lo confinó su padre y para ello recurrió a nosotros.

«Siempre llegaba tardísimo de la Polémica, jamás estuvo con nosotros un domingo, tanto que para evitar las burlas de los compañeros y para que a mi vieja no la miraran mal porque usted sabe que antes a las separadas las juzgaban horrible, el portero del edificio durante varios años nos acompañaba a los restaurantes. En vacaciones pegaba para los Mundiales, las Copas América, los Olímpicos, lo que fuera, mientras nosotros nos quedábamos encerrados viendo Mujer: casos de la vida real. Yo odié desde siempre su profesión, y míreme, cubriendo camerinos, oyendo idiotas decir que las cosas se les dieron ¿cuáles cosas? ¿cuáles? ¿cuáles? ¿ah? ¿ah? (rompe en llanto)».

Tito se repone y asegura después que, no obstante las presiones de su padre, logró arreglárselas para estudiar, a escondidas, de noche, ingeniería ambiental, su verdadera pasión.

«Si miras con cuidado, a mí con frecuencia se me caen cosas durante las entrevistas en gramilla. Pues bien, es premeditado. Yo me agacho y hago como si recojo el bolígrafo, lo que sea y en realidad, a escondidas, arranco muestras de tierra y pasto para un proyecto de análisis comparado de grados de compactación en superficies para uso atlético. Las echo en los bolsillos y de madrugada  las analizo. Mi esposa, que también me la impuso él, es hija de un técnico amigo,  al ver esos bolsillos todos puercos cree que es perico de ese negro y yo le acepto y me someto a la cantaleta, porque decirle la verdad sería demoledor para todos».

«Él siempre me dijo: qué te vas a poner a estudiar, a aprender nada si apenas tengas el bachillerato yo hago dos llamadas y quedas bien ubicado».

«Desde que fui de la ola verde, me metí muy en serio con eso de la meritocracia. Yo quiero ser alguien por lo que he hecho, por lo que me he esforzado y no por mi cuna. Pero mi padre piensa diferente y hasta me chantajea (sollozos)».

Resignado, asegura «que ya esta altura la mentira ha crecido tanto que si se llega a saber la verdad quedaría destrozado, absolutamente desacreditado, nadie me daría trabajo». «Y, sobre todo, no salgo del closet por mi hijo», añade.  El hijo de Tito, de 10 años, es un talentoso y precoz programador de aplicaciones móviles a quien su padre ya le consiguió un lugar en el nuevo programa «Las voces del balón kids».

*Nombre cambiado a petición de la fuente.

Comentarios

Comentarios