Bogotá dio hoy un paso decisivo en la senda de la protección animal con la aprobación por parte del Concejo del acuerdo mediante el cual se convoca a una consulta popular en la que los ciudadanos decidirán si quieren que en la ciudad se permitan o no las corridas de toros.
Lo que pocos se dieron cuenta es que a última hora un concejal cuya identidad permanece en reserva incluyó un artículo mediante el cual quienes voten sí también estarán manifestándose a favor de prohibir las trampas para ratones y el uso de venenos que acaban con dichos roedores como el popular «Racumín». Del cabildante solo se sabe que tiene una larga trayectoria en la defensa de los derechos de estos animales pequeños y que se molesta cada vez que se le tilda de ratero.
Según pudimos establecer, lo que se pretende con esta inclusión tardía es que cese de una buena vez la barbarie contra ratas, ratones, runchos y hamsters remisos. «Es de hogares medievales levantar toda la despensa hasta encontrar al ratoncito que se metió y encenderlo a escobazos. O, peor, ponerle una trampa en la que queda atrapado, agonizante, sufriendo lo indecible, por no hablar de los venenos que queman su sistema digestivo produciéndole dolores atroces», afirmó uno de los asesores del concejal.
«Una ciudad humana, adaptada al cambio climático, debe asumir la llegada de un ratón con alborozo, acogerlo con auténtico amor, brindarle calor de hogar y, antes que aniquilarlo, aprovechar todo su potencial como agente eliminador de residuos orgánicos o como líder de recreación infantil, ¿no hay escena más tierna que la de una niña o un niño jugando con un bigotudo de esos?», añadió. «Tampoco pueden ser utilizados como parte de la nutrición de los gatos. Y además pronto no será necesario, pues el programa de conversión de individuos e individuas felinares domésticas y domésticos al vegetarianismo que se llevó a cabo durante la Bogotá Humana ha sido todo un éxito», concluyó.