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"No, no señores, maduren".

Una revelación que puede marcar un antes y un después en la historia de Colombia salió a la luz pública hoy.

A través de Angélica, una vidente pereirana que desde hace cinco años asegura haber sido escogida por Dios para transmitir mensajes que su rebaño debe oír “en estos tiempos convulsos”, el Sagrado Corazón negó cualquier vínculo con Colombia.

“Estoy cansado de que me relacionen con un país que está lejos de ser un buen ejemplo. Yo no sé de dónde sacaron que es mío o que yo soy su acudiente, no. Si tuviera que escoger una nación, les aseguro que no optaría por una con tanta desigualdad, gente tan dada a resolver sus problemas a bala y machete, gobernantes tan corruptos, cantantes tan malos y una obsesión tan enferma por las fotocopias al 150%”, dijo a través de Angélica anoche.

“A mí sí me llegó una solicitud por allá en el siglo XIX si mal no recuerdo. Y sí, averigüé, pero para entonces estaban que se mataban entre liberales y conservadores, estos últimos dizque a mí nombre, ¿ah?, por supuesto que los mandé al carajo”.

“Luego, en privado, me abrió su corazón, valga la redundancia, y me dijo que hace rato quería desahogarse, que le parecía un abuso que relacionaran su nombre con un país en el que, entre otros, se roban los refrigerios de los niños para construir discotecas y le quitan los bolsillos traseros a los jeans de las mujeres. Que él mal que bien tenía también una marca que tenía que cuidar, que le parece de quinta que cada vez que ocurre una barbaridad inmediatamente él aparezca en el top of mind, que lo usen como excusa cada vez que se cae un puente sin inaugurar, que una mujer se llena la barriga de trapos o que a la Dimayor se le olvida jugar un partido”, añadió Angélica.

«Me dijo que, no obstante todo, no descartaba del todo ser nuestro patrono, pues al fin y al cabo su misericordia es grande. Pero fue enfático en que antes teníamos que hacer la tarea: cobrarle impuestos a los ricos, bajar muchísimo más la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, disminuir la desigualdad, aprender a comportarnos como gente normal y, sobre todo, terminar al menos el túnel de la Línea y dejar de ser tan sobreactuados con todo».

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