Ante los anuncios de la inminencia del proyecto metro y su implementación se han visto reacciones totalmente inesperadas. Pero el anuncio que más cejas levantó entre la ciudadanía, la prensa y el mundo entero fue el anuncio conjunto de varios funcionarios distritales en el que indican que “lo que ustedes han vivido en TransMilenio es parte de un ejercicio longitudinal de adaptación a crisis que hemos planteado desde que se concibió el proyecto en 1998, y que se ha implementado de la manera más cercana posible al hit taquillero “El Show de Truman”.
El anuncio, que fue recibido con la misma incredulidad que el descubrimiento de los campos de concentración Nazis al final de la Segunda Guerra Mundial, desató una lluvia de preguntas de periodistas a distintas entidades del Distrito. El Gerente de TransMilenio, que a esta hora no sabemos si es el mismo que ayer, reiteró que TransMilenio no era tanto un sistema de transporte masivo como un conjunto de ejercicios diseñados minuciosamente para generar rabia, desesperación y otras reacciones en la ciudadanía. Todo se realizó, según dijo, para preparar a la Atenas Sudamericana para su inminente colapso según la profecía del cura del siglo XVII.
La lista de ejercicios que diseñaron incluía desde nacimientos de niños en un bus del sistema (“con fluidos y todo”, dijo con orgullo otro funcionario) hasta protestas (con dobles especializados en vandalizar infraestructura), aglomeración en buses y estaciones por encima de 8 personas por metro cuadrado, e incluso problemas institucionales y contractuales con operadores del sistema. “Algunas cosas se nos salieron de las manos. Unos actores se metieron tanto en su papel que terminaron por crear grupos de representantes de usuarios, otros entablaron demandas al Distrito, y algunos conductores se pusieron creativos con maniobras que hicieron vomitar a más de un pasajero”.
Además de la ardua labor que significó contratar a varios miles de actores cada día, dar seguimiento con cámaras de más de mil buses y cien estaciones, y que implicó inversiones extraordinarias en restaurar los equipos destruidos en los “simulacros extremos” (que los ciudadanos creyeron que eran protestas), representantes de Canal Capital dijeron que ya están comenzando a hacer un documental de la experiencia.
El Alcalde indicó con orgullo que esta es la única iniciativa distrital que ha sido acogida por más de un alcalde de su historia, y se atribuyó el éxito a su propio mandato.
Philip Zimbardo, psicólogo experto en experimentos extremos y autor del célebre experimento de la cárcel de Stanford en 1971 (luego reproducida en la película alemana “El Experimento”), reaccionó ante la noticia desde su casa de campo en Auschwitz: “¡cómo no se me ocurrió antes! Esto puede abrir todo un nuevo campo de experimentación en psicología”. El psicólogo neoyorquino no entendió cómo había sido posible aprobar un experimento de semejante envergadura por parte del comité de ética del Distrito, pero una vez se le dieron otros ejemplos de ejercicios similares que fueron autorizados por presidentes pasados, entendió que es parte de nuestra cultura y felicitó a Bogotá.
Y ahora, ¿qué sigue para los bogotanos? La ilusión de la ciudadanía, que el sistema deje de estar en “estado crisis” y funcione con total normalidad, se vio derrumbada ante la noticia del director del DPAE quien indicó que el experimento continuará por un par de años más pero con retos adicionales pues “ya que la ciudadanía sabe del ejercicio, hay que ponérselas más dura”.
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