Rigoberto Perea jamás se imaginó que el fuerte dolor abdominal con el que se levantó el pasado lunes terminara en un hecho que tiene desconcertados a médicos y expertos en mercadeo, por igual.
«Me dolía, mucho, y sentía como un rectángulo salido, muy raro. Pero sobre todo me arrancó un sabor a pan en la boca todo el berraco día, a pan caliente, unos quemones salvajes y sin razón en la lengua y lo más raro: gente queriendo hacer fila detrás mío sin razón. Ese día llegué a la casa con veinte pendejos como atontados detrás. Tuve que echarles a Brexit, mi perro, para que no se me metieran a la casa», explicó Perea, vecino de Ibagué.
Tras una serie de exámenes de rayos X y resonancias de última generación vino el desconcertante hallazgo: en el hígado de Perea se veía con suficiente claridad una sucursal de la cadena de panaderías Tostao. Al tiempo se detectaron múltiples microorganismos color naranja del tipo rappilobacter en constate flujo hacia el establecimiento intestinal.
El hallazgo dio pie a un fuerte debate entre los galenos que fueron claros en la necesidad de una cirugía para extirparlo y Hoom Areda, gurú del emprendimiento y la economía naranja, que consideró un exabrupto ponerle fin abrupto a un emprendimiento que, en cualquier caso, ha tenido un crecimiento orgánico. Lo que omite Areda es que desde el instante mismo del hallazgo Perea, pensionado de 68 años, recibió el respectivo requerimiento de la Dian en el que se le exige responsabilizarse de las obligaciones tributarias del local.
Consultado, el sociólogo Rolf Pérez, afirmó que aunque es comprensible que llame la atención, lo sucedido no debe sorprender a nadie: «como los monocultivos estas transnacionales llegan a los barrios a arrasar con la biodiversidad comercial».
«Hay que operar ya, el asunto es grave, ya los exámenes nos muestran que en cualquier momento el tema hace metástasis y tendríamos al paciente con una barbería en un pulmón y un Ara en el cerebro», concluyó el jefe de oncología del hospital Federico Lleras Acosta.