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No empezó bien esta nueva fase de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Luego de la pomposa ceremonia en la que, con la presencia histórica del Secretario de Estado, John Kerry, se reinauguró la embajada de esta potencia en la isla, el primer trámite llevado a cabo en sus ventanillas dejó un resultado amargo.

Su protagonista fue Alberto Mendoza, quien asegura tener a veinte miembros de su familia viviendo en el Sur de la Florida a los cuales no ve hace más de treinta años. Con el anhelo de que su sueño de un reencuentro esperado por décadas se iba a hacer por fin realidad se acercó al despacho consular, al cual ingresó con una sonrisa dibujada en su rostro.

Expresión de ilusión y jubilo que pronto se transformó en profunda desazón luego de que tras dos horas de espera una, según la describió, «antipática e imperialista» cónsul rubia le dijera que no reunía las suficientes garantías bancarias ni tiquete de regreso no obstante este le explicara que el desplazamiento tenía previsto hacerlo en la modalidad «marítima artesanal autogestionada».

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