Publicado el por en Coronavirus, Salud y bienestar.

Matías completó 50 días encerrado en su apartamento antes del anuncio de que los niños de entre 6 y 10 años podrían salir a la calle por media hora, tres veces a la semana.

Luego de su primera salida al parque de su barrio, en Bogotá, la peor pesadilla de sus padres se volvió realidad: el niño quería volver pronto a su encierro, al que ya estaba acostumbrado.

Según cuenta Mónica, su mamá, el pequeño Mati empezó a gritar: «el parque apesta, quiero ser ermitaño, devolvámonos a la casa» y se enfrascó en un dramático berrinche que nunca le habían visto hacer. De nada valió tratar de convencerlo de la belleza de las aves, la vitamina D que proporciona la luz solar y la contemplación de los juegos infantiles, ahora decorados con cintas de ‘PROHIBIDO PASAR’.

«Pensábamos que Mati extrañaba salir, sentir el viento en la cara y ver a otros niños, pero no, nos tocó devolvernos a los cinco minutos», cuenta Mónica con lágrimas en los ojos.

Lo peor pasó cuando entraron a su apartamento y el niño de siete años hizo una insólita petición: «quiero regalar los peluches y pintar el cuarto de negro», dijo, ante las miradas de pánico de sus padres.

Pese a la natural preocupación, la sicóloga Sonia Bocarejo afirma que no es raro este tipo de reacciones en los niños: «Los niños tardan 21 días en acostumbrarse a cualquier realidad nueva, mucho mejor que los adultos». Complementó con que no hay que ver el aislamiento voluntario como algo negativo, necesariamente. Y concluyó: «Tal vez estamos frente a un pequeño introvertido. Hasta Buda pasó por algo similar. Salió a la calle y no le gustó. Y miren en lo que se convirtió».

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