La boda del año entre la hija del presidente, Maria Antonia Santos, y el golfista y sin embargo empresario Sebastián Pinzón, reunió el pasado sábado en la hacienda presidencial de Hato Grande a lo más selecto del jet set nacional. Fue una boda muy colombiana, pues además del grupo de música del Pacífico Herencia de Timbiquí y del traje de la novia, diseño de Isabel Henao, el ponqué de Harry Sasson, sorprendió por su original decoración pero sobre todo por sus explosivos ingredientes locales.
En la cubierta del pastel la pareja de novios, hecha de pastillaje, corría por un enorme cubierta verde, mitad campo de golf, mitad jardín de paz, representando con ello la seguridad que hoy tienen los más privilegiados y la fragilidad de la vida de todos en tiempos de guerra. Como ingredientes principales el pastel contenía: harina, huevos, mantequilla, mermelada y grandes dosis de picante yacaré de la selvas de Colombia, que, por pedido presidencial, buscaba que los invitados sintieran en boca propia, los riesgos no firmar la paz.
Una vez servido el ponqué y mientras el Presidente pronunciaba sin titubeos “Te llevas Sebas la luz de de mis ojos…” comenzaron las reacciones de los invitados: expresidentes y viejos líderes liberales expulsaron sus prótesis dentales, elegantes mujeres se bebieron hasta el agua de los floreros, ministros lagartos mintieron con ojos rojos y lengua irritada: “Divina la novia, delicioso el ponqué” y meseros del polo democrático, que suelen quedarse con las migajas del gobierno, arrojaron con desdén las sobras de la torta en las canecas de Hato Grande.
Por su parte, la novia, María Antonia Santos, neurocientífica de la Universidad de Brown, manifestó: “La estrategia de mi papá es brillante y de doble vía, pues la sensación de picarse se graba en la boca a la entrada y en lo más profundo del cerebro reptil a la salida. Mañana por la mañana, al entrar al baño, los invitados recordarán de nuevo y para siempre, la importancia de que se firme la paz.”