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Molesto se le pudo ver a Gustavo Petro el pasado martes cuando intentó recurrir a una peculiar modalidad de pago para llevarse a su casa un juego de ollas en el supermercado Carulla de la calle 63 con carrera séptima. La de mayor tamaño, al parecer, estaba destinada a adquirir condición de comunitaria en un evento previsto para esta noche.

El excandidato presidencial pidió que el valor del producto se le descontara ‘de mis ocho millones de votos libres’, moneda de cambio que en el último tiempo ha usado para todo tipo de transacciones, desde conseguir de aliados para la bancada de oposición en el Congreso hasta premiar con una porción de ellos a sus hijos e hijas por su buen desempeño académico.

Una vez conoció la negativa del administrador, el hoy senador acusó a la cadena de estar al servicio de mafias fascistas transnacionales.  Mientras convocaba por su celular a las nuevas ciudadanías para una concentración exprés de protesta sostenible, no alcanzó a escuchar que el motivo por el cual se le rechazaba la propuesta era que esa cantidad solo le alcanzaba para un sarten convencional -no antiadherente- siempre y cuando adicionara 75.000 pesos.  Detrás de él en la fila, la ex senadora Claudia López logró intercambiar sus 11.5 millones de votos por un juego de limpiones estándar, ‘de los que sueltan mota, miserables tacaños’, protestó.

Por su parte, Petro aseguró no tener más remedio que subirse a los buses a vender sus votos a cambio de lo que disponga el corazón de cada ciudadano libre.

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