En un verdadero reality de supervivencia se ha convertido la asamblea anual de copropietarios del edificio «Diana Carolina» ubicado en la localidad de Suba, noroccidente de Bogotá. Una vez evacuados los puntos iniciales del orden del día, el último, correspondiente a «Proposiciones y varios» ya completa cinco días. Su desarrollo comenzó con la intervención de un copropietario abogado quien antes de «compartir dos o tres apreciaciones que traigo aquí en esta libreta» aseguró que «iba a ser breve» y que lo hacía «con todo respeto, sin ánimo de generar controversia u ofender a nadie».
«Mi padre, a quién le heredé el apartamento, murió el año pasado. Sus últimas palabras en su lecho de enfermo fueron claras: ‘mijito, y por nada del mundo dejen hablar al abogado en la asamblea’. Hoy me doy golpes contra la pared por no haberle hecho caso a su última voluntad. Él, como todo lo que hizo en vida, me lo advirtió pensando en mi bien. Y míreme, aquí me tiene, con suero, andrajoso, el celular descargado, oliendo horrible y todo por los cinco días que ya llevamos acá», afirma Félix Quintero, uno de los asistentes.
Según otros presentes, las primeras 24 horas del punto se fueron en la discusión sobre las medidas a tomar para que los residentes bajen el carrito del mercado al parqueadero una vez lo utilicen y no lo dejen en el ascensor; las siguientes en el espinoso tema de la orientación de las materas de la portería, dadas insinuaciones de que al estar estas apuntando hacia el Occidente se estaría «incurriendo en un claro e injusto favorecimiento de los vecinos que desde que construyeron esto hace 30 años y guiados por una ‘copia pirata’ del I Ching han sostenido que tal ubicación atrae la prosperidad cuando el balance del administrador agotó la tinta roja de su impresora».
Luego vino el tema de las partículas de ceniza de cigarrillo que un perito que trajo el abogado halló en la escalera lo cual constituiría en prueba de violación del manual de convivencia y por último, «y antes de entre todos neutralizar a la del 201 que quería vendernos Herbalife, el tema de la necesidad de una aprobación consensuada y dialogada de la emisora que se le autorizará escuchar al portero'».
«Todo eso se habló, sin llegar a ningún acuerdo, porque la señora del 401 que asegura no ser abogada pero tener ‘dos hijos que sí lo son y que les va muy bien’ se dedicó a llevarle la contraria como todos los años, los dos últimos días hemos estado en lo de qué domicilio pedir, sin esperanza de llegar a acuerdos, el bando de la pizza tiene el 50% del coeficiente total de propiedad, y el del arroz chino el otro 50», aseguró otro de los presentes en tono desesperado y señalando al revisor fiscal que yace inconsciente en un rincón del salón comunal, a la espera de la votación para decidir si se pide médico domiciliario o se llama ambulancia. «Está enredado, porque el del 401 dice que llamar ambulancia, pero los demás desconfían porque aseguran que una hermana de él tiene un negocio de ambulancias».
Uno más se refirió «como algo francamente absurdo» a la tensión que generó la discusión sobre si la costumbre del del 701, un exbombero, de no usar el ascensor para bajar «y en cambio preferir el chut de basuras, podría llegar a perjudicar a los intereses de la copropiedad en caso de algún día darse un desenlace fatal».
Un vocero de la alcaldía local de Suba aseguró que al lugar ya se han enviado carpas y kits con cobijas, agua embotellada, suero y alimentos no perecederos, además de numerosos ejemplares de la publicación Matatiempo. Esto en una primera instancia. Lo siguiente será el tema carpas y baños portátiles, porque, según el mismo funcionario, «es de anotar que todavía falta discutir el asunto del parqueo de las bicicletas».
Y es que, al parecer, además de en la necesidad de neutralizar a la vecina vendedora de Herbalife, en lo único en lo que ha habido acuerdo hasta ahora es en la necesidad de citar a una nueva asamblea.