Publicado el por en Bogotá, Política.

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La noche en el Ora Pronobis, en el barrio Galerías, parece ser la misma noche de todos los sábados en cualquier bar de la ciudad. Al entrar en el Ora, como cariñosamente le dicen sus clientes, nos encontramos con una barra, 15 mesas y una rockola donde suenan canciones de moda con videos piratas.

Pero a la media noche se abre una puerta al lado de los baños que comunica con una gran habitación. Entramos y presenciamos una escena digna de película de Stanley Kubrick, dominada por luces rojas que alumbran unos cuerpos regordetes de hombres y mujeres que entonan entre gemidos unos cánticos antiquísimos. Por las máscaras de algunos, concluimos que al lugar asisten personajes públicos que quieren mantener su identidad en secreto.

Lentamente las parejas que llegan se van desnudando, (nosotros también para disimular) y comenzamos a integrarnos en un amplio colchón forrado en cuero púrpura. Nada llama nuestra atención, al fin y al cabo en la sección de entretenimiento de AP, estamos acostumbrados a cubrir los más asquerosos lupanares de la ciudad. Sin embargo, unas anacrónicas tirantas que vemos en el piso nos llevan a pensar que el jefe del Ministerio Público hace parte activa de esta orgía.

La música que sale de unos poderosos parlantes cambia por un coro de viejos eunucos, entonando El Mesías de Händel, sin lograr opacar los gritos placenteros de: O Deus Meu, dichos de espalda y de trasero, como en misa lefebvriana, por un obeso con máscara de Petro.

Después de esta canción y siendo fieles al más grande salpicón musical que caracteriza los ipods de Colombia, irrumpe en la orgía Se vale to-to de Calle Trece, pero tras las dos notas iniciales, salta asustado del colchón, un hombre de unos 50 años con máscara de querubín, pidiendo indignado que cambien la canción.

¡No puede ser!: ¿Un concejal que se ha hecho famoso defendiendo la familia”?

Un DJ, sin más prendas que sus audífonos, se disculpa por el error y para resarcirse pone una creativa alabanza en reguetón cristiano. Parece cierto: ambos están de incógnitos en el Ora.

Para despejar cualquier duda, vemos en el suelo empaques de preservativos, Viagra y Caltrate que nos confirman la presencia de los más grandes defensores de la moral nacional y sus respectivas señoras.

Desde la más comprometida situación, a veces incómoda, otras no, logramos verlos con rigor periodístico obedeciendo religiosamente al grito: ¡Cambio de pareja! tan común en nuestros bailes empresariales.

“Acabé. Mañana es domingo, día del señor y hay que madrugar al culto” alcanzamos a oír detrás de la máscara de querubín. Entre tanto, nosotros nos vestimos y nos vamos con la ilusión de redactar la que será la noticia más importante de la Semana Mayor.

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