Publicado el por en Bogotá, Innovación, Paranormal.

LlinasSITP

Un hecho curioso marcó la visita del destacado científico colombiano ayer al país para participar en un foro sobre educación organizado por una importante publicación semanal.

Al terminar el evento, Llinás, que en Nueva York es un usuario frecuente y reconocido defensor del transporte público como alternativa sostenible ante el cambio climático, pidió que le cancelaran el vehículo particular que le habían contratado para llevarlo al aeropuerto pues tal desplazamiento representaba una huella de carbono «muy por encima de mis estándares» y además quería utilizar la tarjeta «Tullave» del SITP que había comprado en una papelería cercana al hotel.

Dicho esto tomó su maleta e intentó ingresar a la estación más cercana de Transmilenio, donde el lector se la rechazó. Sin saber de quién se trataba, una funcionaria de Angelcom presente le explicó: «disculpe caballero pero esta máquina no le valida lo que es esa tarjeta como tal, tiene que usar la roja o la azul». Molesto, Llinás respondió: «¿Y esta no es la azul? Mire, aquí tiene un poquito de azul», «No caballero, es la azul azul, la monedero, esta solo le sirve en estaciones fase III y en los buses azules y ahora por favor se me corre que mire que está trancando lo que es el ingreso como tal», le pidió la funcionaria.

Resignado, el científico compró la mencionada tarjeta azul-monedero y la utilizó para desplazarse hasta una estación donde, le dijeron, debía bajarse, tomar un bus azul y luego otro que lo dejara en la troncal de la calle 26, la misma que termina en el Portal Eldorado, pero no llega al aeropuerto El Dorado.

Cerca  de concluir su travesía y con su blanca cabellera ya con un evidente tono grisáceo por cuenta de la contaminación bogotana, al intentar subirse al segundo bus azul pasó por la vergüenza de escuchar un «saldo insuficiente» al intentar pasar la tarjeta por el lector. Inmediatamente una señora sentada en la primera fila intentó, sin éxito, explicarle que tenía que comprar más saldo, pues con esa tarjeta azul la tarifa reducida para el segundo trayecto no operaba, que era solo con la azul-verde.

El caso es que cuando la dama, que no dejaba de llamarlo «Doctor Castro», le advertía que con la roja tampoco aplicaba el citado descuento, Llinás, preso de la ira, ya se había bajado. En el andén, intentó ubicarse a través de los mapas de su celular con la mala suerte de que no estaba en una de las pocas zonas de la capital con cobertura de datos. Iracundo y vocifereando maldiciones de las que se alcanzaba a entender «pisa» y «subdesarrollo».

Resignado, tomó un taxi. Una vez adentro y según nos relató esta mañana desde Nueva York, le preguntó al taxista que quién había sido el genio que se había inventado un sistema con tal grado de complejidad para averiguar por sus datos y vincularlo de inmediato a su laboratorio, «eso debió haber sido el alcalde» le respondió,  «sí, cuál, ¿quién es el alcalde ahora?» dijo Llinás. La pregunta desató una sonora carcajada del conductor que mató la conversación, «si no entendió lo de las tarjetas olvídese que va a entender esto».

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