Una fractura en las filas del santismo ha quedado en evidencia con la obtención del Nobel de Paz por parte de su líder.
Santistas de vieja data han dejado saber su molestia con la llegada en masa de nuevos seguidores del presidente, a quienes no han vacilado, recurriendo a términos futboleros, en tildar de «clasiqueros».
Mientras descendía de un Chevrolet Spark, en el que se transportaban todos los santistas «de tiempos del Ministerio de comercio exterior, los únicos verdaderos», Gabriel Silva, vocero de este sector, en un tono y vocabulario inédito en su vida pública, declaró: «qué va, que nos entrevisten a nosotros, que siempre hemos estado´al frente, que somos los del aguan773, ahora esto se llena que dizque de santistas , pero somos nosotros los que estuvimos siempre, en las buenas, pero sobre todo en las malas, nosotros no abandonamos a mi presi ni cuando estaba con el 29% de popularidad. La mala para esos que ahorita la montan de santistas, esos son santistas reficticios, no como nosotros que sí tenemos aguante y fuimos con él a Cuba y frenteamos jineteras y mosquitos . A todas estas mi perro ¿no me regala la liga para el tiquete a Oslo? seguro que no es pa vicio», afirmó mientras hacía un gesto con su brazo, consistente en aflojar la muñeca y moverla de manera pendular, absolutamente sorprendente en un exministro de estado.
Otro de los ocupantes del vehículo, un santista de toda la vida también, su hijo Martín, enfatizó en lo difícil que era conseguir quorum cada vez que la cámara de comercio de Barbosa, Santander o de Sevilla, Valle, lo condecoraba y no tenía más remedio que asistir, acompañado de sus seguidores más fieles. «A eso solo fuimos los del aguan773 a lo bien mi pez, no como ahora que todos quieren ir, pero qué va, van a ver que allá en Oslo va a haber puro pecho frío, y no solo por el frío, sino por clasiqueros, mero clasiquero».