Publicado el por en Política, Proceso de paz.

"Pídale que le bajen, que a mí no me hacen caso".

Una vez más el presidente, Juan Manuel Santos, recurrió a las habilidades para persuadir de su hermano Enrique con el fin de ayudarlo a superar un mal rato.

Fue ayer en la tarde cuando un grupo de jóvenes barranquilleros que recientemente arrendó un apartamento en el sector de La Candelaria, aledaño a la residencia presidencial, organizó un asado para celebrar la llegada de las vacaciones de la Semana Santa. Ocurrió que el volumen de la música -vallenato romántico, reguetón, bachata y algo de tecnomerengue de Natusha para recordar- fue tal que alcanzaba a escucharse en el apartamento privado del mandatario donde en donde este intentaba revisar los más recientes documentos que los negociadores le han enviado desde La Habana.

Ocurrió que ante el temor de quedar mal con sus vecinos dada la proximidad de la reunión del comité de convivencia del barrio y ante el lógico escándalo al que daría pie el envío de piquete de soldados del batallón Guardia Presidencial este no tuvo más remedio que recurrir a la por lo general efectiva carta de su hermano mayor.

«Oiga Enrique, usted que fue joven y cocacolo, hágame otro fa: vaya donde esa gente y convénzalos de que le bajen que me tienen loco aquí, hágase ahí un poco el pendejo y aplique la de Vicky, pregúnteles que sí creen que están siendo buenos vecinos», le habría dicho. «Le toca a usted porque imagínese qué oso un premio Nobel peleándose con vecinos en una puerta porque no le quieren bajar a la música. Y lleve un frasquito de mermelada, porsiacas».

Al parecer la gestión surtió efecto y voluntariamente los adolescentes procedieron a moderar sus decibeles. Presidencia negó tajantemente que el hecho tuviera relación con la adjudicación a una SAS de estas mismas personas un contrato para la repavimentación artesanal, comunitaria y participativa de la cuadra en la que viven.

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