Gracias a la unidad investigativa de Actualidad Panamericana se pudo conocer el verdadero paradero de Daniel Ortega de quien no se tuvo noticias durante más de una semana.Sin embargo, el tener información sobre su ubicación no es sinónimo de buenas nuevas para Colombia.
Por fuentes de la Cancillería supimos que Juan Manuel Santos, quien nunca ha ocultado su gusto por el juego, no resignado aún al fallo de La Haya, retó en enero de este año a Ortega a un doble o nada en una sesión de póker con el propósito de recuperar el mar perdido. La partida, disputada en medio de la más absoluta reserva, se dio finalmente la semana pasada bajo la supervisión del Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, y contó con el aval del Partido de la U, ya que un triunfo de este talante catapultaría definitivamente a Santos y a su partido en las encuestas.
Si Juan Manuel Santos ganaba, Ortega no solo debería devolver la porción de mar: además tendría que afeitarse el bigote, vestir un mes entero con traje de corbata, echarse loción, o, en su defecto, ponerse una camiseta forrada y estampada con la cara sonriente de Anastasio Somoza.
Si, en cambio, Ortega ganaba, Santos debería instar al pueblo colombiano, a ( en palabras de Ortega) «dejar de joder con el tema» y entregarle el archipiélago de San Andrés con todo y Providencia y Sanandresitos del país.
Santos, seguro de la victoria y confiado en su pericia en el poker, gracias a haber pelado a más de un ministro en memorables jornadas nocturnas en clubes prestigiosos del país, aceptó las condiciones de la apuesta.
El lance avanzaba sin novedad hasta que un escolta de Ortega logró infiltrarse en el cuerpo de seguridad de su par colombiano con la única misión de cambiar los colirios que Santos usa para lubricar sus párpados después de la blefaroplastia, por un frasquito de agua oxigenada. Jugada sucia que sería la definitiva para inclinar la balanza y darle al ex sandinista el triunfo.
Ortega daba pequeños saltos de emoción. Ya se veía bailando walagallo en chingue en un yate por costas Sanandresanas. Santos, en ese justo momento, sufría un ataque de prostatitis y todo lo comenzaba a ver nublado, sobre todo su futuro político.
El cuerpo diplomático de Colombia, ante su incapacidad para revertir imprevistos y viendo la catástrofe que se avecinaba, trató por todos los medios de convencer a Ortega de que reclamar la apuesta desencadenaría una posible guerra que no beneficiaría a ninguna de las partes.
A cambio, entonces, se le ofrecieron las escrituras de la isla de Malpelo para él solo; isla que fue a reconocer, demarcar, pero sobre todo, a llevar bombillos y a cambiar guardas en días pasados.
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