Publicado el por en Política.

Cada vez son más largos los días del presidente Juan Manuel Santos. La cuenta regresiva para hacer realidad su anhelo de ser Nobel de paz a secas (y no el incómodo y comprometedor ‘presidente de Colombia y Nobel de paz’) avanza a paso sinuoso y lento, sobre todo lento, para el actual inquilino de la Casa de Nariño.

En busca de un paliativo para el agobio de la espera, el mandatario indagó recientemente a sus asesores si alguna pirueta legal podría abrir las puertas a la figura de un ejercicio ‘honoris causa’ de su cargo. Esto, como es de suponerse, inspirado por el centenar de doctorados de este tipo, recibidos en pomposas ceremonias a lo largo y ancho del planeta y que ayudan a Santos a llenar con algo los días que lo separan de su anhelado tránsito a Nobel a secas, a conferencista de postín y, por qué no, a secreto mejor guardado del universo del coaching empresarial.

«Que yo siga apareciendo, que si hay inauguraciones, si Nairo gana alguna vaina o si viene un presidente que valga la pena atender pues yo me asomo, pero que la reunidera y lo de lidiar con lagartos le toque a otro, no se, a Naranjo puede ser», habría sugerido Santos no describiendo el estado de cosas actual sino el que anhela mientras llega el 7 de agosto de 2018. «Y conseguirse otro que sepa de derecho para que revise esos decretos que han salido como chambones y que le diga a los ministros que no se peleen, que es como ya queda por hacer, no es gran cosa el camello, eso debe ser fácil levantarse a alguien que se le mida, yo soy  previsivo, como lo obliga el buen gobierno, y guardé el Sena de Vaupés para pagarle con eso».

Tras cancelar venida al país con motivo  del acto histórico en el que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia terminarán su proceso de dejación de armas luego de cinco décadas de lucha por esta vía, Santos se desplazará esta semana a Francia ‘ahí como para cambiar de trago y gastarme unas millas que estaban por vencerse’, según trascendió.

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