Publicado el por en Interné, Tendencias.

Como un paso decisivo en la descongestión judicial fue calificada hoy por expertos la aprobación en el Congreso de una ley que permitirá a usuarios bravos de redes sociales juzgar algunos delitos.

Para ejercer de juez tuitero bastará una cantidad por establecer de seguidores, carecer de criterio común, acreditar seguimiento continúo por por lo menos cinco años a un mesías también tuitero, ver el mundo en blanco y negro, certificado de ausencia total de sentido del humor expedido por profesional en salud mental,mostrar convencimiento y orgullo suficiente de pertenecer a una vanguardia intelectual, no haber recibido afecto en la primera infancia y una dieta basada en desayunos con caldo de alacranes.

Jairo Buitrago, representante a la Cámara por el Tolima y autor de la iniciativa, explicó que esto no es sino la formalización necesaria de una práctica que hace rato ya está inserta en la cultura. «Así funciona la filosofía del derecho, la ley debe ir siempre un paso atrás de la vida cotidiana y recoger lo positivo que esta deja para incorporarlo al estado de derecho».

«Desde la introducción de las redes sociales hace más o menos diez años pudimos contabilizar por lo menos 3.500 casos de colombianos oportunamente juzgados y condenados por tuiteros, perdóneme la expresión joven comunicador, putos».

Para Buitrago, que el juzgamiento de conductas como injuria, calumnia, peculado, abuso de confianza, pánico económico y estupro, entre otros, pueda recaer en quienes ya llevan una década entera velando por la moral y la ética de la nación era un paso obvio que tocaba dar, «y que le va a permitir a los otros jueces y fiscales tener un respiro que sí que lo merecen».

Los elegidos tendrán también el rol de fiscales, representantes del ministerio público y defensores de oficio de los acusados.

Por último, el parlamentario esgrimió  un estudio  -incluido en la exposición de motivos del proyecto- que demuestra no solo que dicha justicia de redes es mucho más efectiva sino que sus condenas tienen un efecto aleccionador hasta diez veces superior a las que profiere la justicia ordinaria: «pregúntele, si no me cree, a mis colegas, ellos todos prefirían una condena de 20 años en el pabellón R sur de la Picota que una trolleada de una tarde en redes, a eso sí que le comen, y le pido vuelva a perdonarme por la expresión, joven periodista».

 

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