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snaps

El ingenio criollo ha vuelto a ganarle a los gigantes de la red. A las afueras del centro comercial Unilago, en Bogotá, al emblemático coro de vendedores que ofrecen «programasjuegos, programasjuegos», se suma un novedoso servicio. Un hombre de cachucha, con CDs en una mano y cargadores de celular en la otra, anuncia a gritos: «¡recuperamos snaps borrados!».

Acompañados por el vendedor, llegamos a un local del centro comercial en el que un pendón ofrece el servicio de recuperación de ‘snaps’, como se le conoce a las fugaces fotos y videos –se borran segundos después de enviarse- que comparten los usuarios de la red Snapchat.

“Eso a diario llegaban diez, veinte personas preguntando que donde quedaban grabadas esas fotos, que si aquí alguien sabía como recuperarlas y pues uno a explicarles que no se podía, que eso estaba programado justo para eso, para que no quedaran en la memoria  pues por lo general se manejan lo que son los desnudos como tal”, afirma Darío Peñuela, el dueño del establecimiento.

Peñuela asegura que era tanta la demanda por el servicio –de amantes con ansias de experimentar, pero también de mensajeros poco duchos con la tecnología que enviaban recibos de millonarias consignaciones a sus jefes por este canal y después botaban el papel- que lo llevó a explorar la posibilidad de ofrecerlo. “Acá nos capacitan mucho en todo eso del emprendimiento y la innovación y pues vi que aquí había una necesidad y me puse manos a la obra para ver si podía aprovecharla”.

«Una de las características de Snapchat es, precisamente, que las fotos y videos desaparecen sin dejar rastro. Es por esto que políticos, amantes y espías lo utilizan tanto», afirma Adrián Plazas, desempleado, influenciador y analista de medios digitales. «En el mundo no se conocía una tecnología capaz de recuperar estos contenidos. De ser cierto grandes secretos pueden quedar al descubierto.

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