Entre las diversas exigencias que se le han comunicado al Gobierno para que el país pueda por fin ingresar a este selecto club de naciones hay una de la que poco se ha hablado y que promete generar controversia: la de eliminar los acentos propios de cada región del país.
«Los acentos así como los términos y expresiones propias de una zona geográfica deben quedar en el pasado. Son, ante todo, un obstáculo para la comunicación entre personas de un mismo país y esto tiene un impacto muy fuerte en la competitividad. Estudios demuestran que el PIB de países en los que todos sus ciudadanos hablan el mismo idioma, con la misma entonación y los mismos términos crece hasta un 1% más por año», afirma Mike Whitewater, secretario ejecutivo para América Latina de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
«Muchos extranjeros con mucho esfuerzo aprenden español, pero llegan al puerto de Barranquilla o Buenaventura y se encuentran con cientos de palabras que no les enseñaron en las academias, menos la manera cómo las pronuncian», añadió.
«Nos preocupa que todavía son muchos los que utilizan términos como ‘arrecho’ en Santander, ‘berriondo’ en Antioquia, ‘erda o mondá’ en lo que es la región Caribe y ‘pam’ para referirse al pan en el Valle», estas, a la luz del progreso, ya no son particularidades folclóricas que alimentan la diversidad. No, son taras, lastres que impiden que el país se encarrile definitivamente por la ruta del progreso», afirmó, por su parte, un vocero del Ministerio de Comercio Exterior.
Como es lógico, una tarea así no se completará de la noche a la mañana. Ha trascendido que el Gobierno tiene previsto, a través del Ministerio de Educación, implementar una ambiciosa estrategia pedagógica a largo plazo que comenzará desde la primera infancia y que tendrá múltiples soportes multimedia. Aquí será clave el apoyo del MinTIC que ya ofreció sus buenos oficios con el canal Nickelodeon, artífice del «acento neutro corporativo-latinoamericano», que será el que a partir de ahora se instaurará en el país, con el objetivo de que en diez años un paisa, un bogotano y un pastuso puedan hablar todos el mismo idioma: el de la prosperidad.
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