Un hecho llamado a partir en dos la historia de la precariedad laboral en Colombia acaba de ocurrir en Bogotá. Silvestre Fonseca, de 35 años, acudió esta mañana a una empresa privada cuyo nombre pidió no fuera revelado a radicar una cuenta de cobro y, según pudo establecer AP, el documento le fue aceptado sin que la encargada de recibirlo le pidiera «volver porque le falta tal o cual papel».
«Tomé mis precauciones, debo aceptarlo, siempre he sido muy meticuloso en mis cosas y le pedí a un asesor en cobros freelance que me revisara antes todos papeles: seis copias de la cuenta, tres del RUT actualizado minutos antes, certificación bancaria, planilla de la PILA, examen de orina, libreta militar, formato de creación de proveedor, certificado de tradición e hidalguía de la Academia de Historia, paz y salvo de la DIAN, el ICBF y el IDEAM, certificado de buena conducta del Jardín Infantil y de izada de bandera del colegio y el de participación en el concurso de pesebres del barrio, todo», declaró Fonseca.
El héroe de turno espera ahora que tenga lugar pronto el milagro de su creación como proveedor y que nada le ocurra en los 120 días hábiles que lo separan del momento del pago. La incertidumbre nace de las palabras con que lo despidió la dependiente «y eso que está de buenas, joven, el calvo que acaba de irse con el cheque radicó la cuenta con pelo».
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