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Una seguidilla de casos de fracturas de tibia y peroné atendidos por hospitales y clínicas del nororiente de Bogotá puso al descubierto una nueva tensión en la ciudad. Se trata de la que existe entre conductores de Uber y las nuevas patinetas eléctricas de la empresa mexicana Grin y que se utilizan a través de la aplicación Rappi.

Para las autoridades es claro que cada vez son más los casos de ciudadanos que prestan servicio de transporte a través de Uber que, presos de la ira, detienen su vehículo ante el avistamiento de uno de estos aparatos, se bajan y, poseídos por la rabia, le propinan una patada procurando causarle algún grado de afectación. Reportes sin confirmar hablan también de patinetas que han sido introducidas contra su voluntad en las bodegas de estos carros y retenidas allí por algunas horas obligadas a escuchar epítetos de todo calibre por parte de energúmenos conductores de vehículos blancos. Algunas habrían recibido escupitajos.

Este portal pudo hablar con un puñado de ‘líderes en transporte alternativo, emprendedor y naranja’, como piden ser llamados. A las scooters que motivan su inconformidad las califican de ilegales, de competencia desleal y exigen urgentemente que se formalicen para que, al igual que ellos, paguen impuestos y aporten a la economía formal. Añaden que ellos sí conocen la ciudad, que su servicio sí tiene quién lo regule en caso de una inconformidad de un usuario  y que en una de ellas es imposible hallar la calidez humana y la disposición para la escucha y el intercambio de visiones de vida que caracteriza el servicio que ellos prestan.

Nota del editor: algunas palabras fueron tachadas por el equipo de fact checking de AP.

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