En unas piezas epistolares que habían permanecido inéditas hasta ahora pues se conservaban en un baúl cerrado que permanecía en un hogar perteneciente a una prestante familia de Villa del Rosario (Norte de Santander), el Libertador se queja con Manuelita Saenz del «matoneo» del que, según expresa, se sentía víctima y que era ejercido por los liberales neogranadinos con Francisco de Paula Santander a la cabeza.
Lo que llama la atención es el uso del término como se puede constatar en la siguiente cita tomada textual de una de las epístolas: «Santander y Padilla (almirante José Prudencio) que aportaron su ciencia y valor a dar buena dirección a esta nave patria con rumbo hacia un porvenir prometedor no obstante las embravecidas olas de la tiranía real, ahora me matonean, en cruel saco roto echan toda una vida de entrega por una sola causa, la que es tuya mía y de todo este continente: la libertad».
Como es bien conocido, a Santander e incluso al mismo almirante Padilla se les acusa de haber urdido la recordada Conspiración Septembrina, intento por asesinar al Libertador del que este se salvó gracias a que huyó por la ventana del actual Palacio de San Carlos gracias, precisamente, al consejo de Manuelita Sáenz.
Lo que no se conocía hasta hoy es que Bolívar en su fuero íntimo ya percibiera la animadversión que comenzaba a tomar fuerza en su contra. Pero más que esto sorprende que utilizara un término como matoneo cuyo uso apenas se ha venido a popularizar en la última década y que lo usara en la misma acepción que hoy impera.
Para José Rodolfo Segovia, profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional, hallazgos como este demuestran «una vez más, que el libertador era un adelantado de su tiempo, un hombre de otra era».
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