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Añoviejo

Un hecho que pudo haber sido trágico pero por fortuna quedará como una simpática anécdota y una contundente lección para todos los que no se miden a la hora de consumir licor marcó la noche del 31 en este municipio del departamento de Sucre.

Elías Mendoza, de 50 años, había bebido más de la cuenta en la tarde del miércoles, al punto que llegada la medianoche yacía inconsciente recostado contra un árbol que era justo en el que los habitantes del barrio Enilse López suelen ubicar el muñeco, o añoviejo.

Ocurrió que por primera vez el muñeco no fue acomodado en este lugar sino en un patio aledaño que ofrecía mejores condiciones de seguridad atendiendo una sugerencia del cuerpo de bomberos voluntarios. Para desgracia de Mendoza, del cambio solo estaba al tanto el presidente de la junta de acción comunal, Carlos Araújo, quien fue su compañero de ingesta vespertina y quien también había caído en brazos de morfeo.

Así las cosas al marcar el reloj las 12:00, el presidente suplente de la Junta,  Eddy Sulbarán, se dirigió con los vecinos al árbol donde se encontraban los, para esa hora, despojos de Mendoza y, como todos los años, tras rocearle un cuarto de galón de gasolina le acercó un fósforo.

Al sentir el fuego en su vestimenta, que era la que había usado los últimos cuatro días para unas reparaciones locativas, lo que contribuyó a la confusión, Mendoza dejó escapar un desgarrador alarido que, desde luego, hizo huir despavoridos a los menores presentes así como a los adultos todavía sobrios.

Solo quedaron los vecinos que ya presentaban algún grado de alicoramiento y fueron ellos los que en una impensada sinergia lograron reaccionar con prontitud y valiéndose de sus propias prendas lograron extinguir el fuego antes de que este hiciera estragos en la piel del protagonista de la historia.

«Soñé que me moría, cuadro, y que llegaba rapidito al infierno, ahí fue cuando me despertaron, vi a todas mis llaverías full asustadas, voliando y pegándome con sus fracas, del cagazo se me pasó la cipote pea que traía», declaró horas más tarde mientras era valorado en el centro de salud del municipio por el celador dado que el médico de turno se dejó contagiar de la alegría y desparpajo que por estos días son ley en toda esta zona del país.

Lo ocurrido le dio argumentos a quienes desde el Gobierno insisten en tramitar una ley que jubile de una buena vez a estos muñecos conocidos como carrancios en otras zonas del país por los riesgos que para la salud pública acarrea esta tradición.

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