Un hecho sin antecedente conocido en la historia de la red tuvo lugar el pasado viernes en Cúcuta, Colombia.
Gracias a una presentación «de esas hermosas que te dejan pensando» elaborada en Power Point, Mariela Pinto logró que su hijo, Jhon, de 19 años reflexionara y le diera un nuevo rumbo a su vida.
«Yo sí veía que mi Jhoncito andaba por malos pasos: no quería estudiar, ni buscar trabajo y se la pasaba todo el bendito día con unos amigos que se consiguió de otro barrio -porque la gente del nuestro es toda sana, decente- que quién sabe qué mañas me le estaban enseñando. Yo no dormía, toda la noche era pendiente de que lo escuchara entrar. Y mientras tanto rece, porque eso sí, acá somos muy devotos de la virgencita que nunca nos queda mal».
Precisamente a la virgen atribuye Mariela el que a su bandeja de entrada haya llegado el contenido de marras. «Ese correo del que llegó yo no lo distingo. Yo creo que lo mandó ella desde un café internet del cielo. Yo le pedí que me iluminara y mire, es que hasta allá arriba les ha tocado aprender de sistemas».
«Cuando lo vi, ahí mismo pensé en mi bebé. Es que era de esas que le dicen a una tantas verdades, sobre la verdadera felicidad que está en las cosas pequeñas, lo pasajero del dinero, la importancia de saber de verdad quiénes son los amigos y de vivir con juicio, lejos de los viciosos, que son soldados del diablo en la tierra. Parecía hecha a la medida para él».
Reconoce que se la reenvió «sin mucha fe». Esto porque sabe que su hijo programó su correo para que los mensajes que ella le envía -un promedio de 130 al día, muy por debajo del de una madre o tía promedio- lleguen a la bandeja de correo no deseado.
«Yo claro que me di cuenta de cuando obró el milagro. Fue la madrugada después de la tarde en que se lo mandé. Llegó tomadito, y, como siempre, a prenderse de esa pantalla. Ahí encontró el correo. Le llegó directo a la bandeja de entrada, pero sobre todo directo al corazón. Lloró, arrancó a llorar a mares, de puro arrepentimiento. Yo fui y me le paré en la puerta de la alcoba pero no dije nada. Apenas me vio, me abrazó y me prometió que ahora sí iba a cambiar. A mí me corrió fue como un escalofrío por la espalda. Era la presencia divina. Imagínese la dicha».
«Viera cómo ha cambiado. Me agregó al feis, ya nunca deja en visto mis mensajes del guazá (whatsapp) y como que hasta borró ese tinder que era donde se conseguía a las vagabundas».