En un comunicado que circula a esta hora por las principales universidades públicas del país, un grupo que se denomina vocero de los manifestantes anunció una serie de reformas en la manera en que, hasta ahora, se llevaban a cabo las protestas estudiantiles.
Cindy Calixta Rodríguez, manifestante de vieja data de la Universidad Pedagógica y una de las más beligerantes hasta ahora, confirmó las medidas: «Nos dimos cuenta de que algunas de nuestras acciones afectan a personas que nada tienen que ver con lo que estamos pidiendo. La semana pasada un compañero no pudo llegar con las papas bomba por el trancón que habíamos formado. Se puso bravísimo», comentó.
Varios ciudadanos consultados celebraron la medida: «Ahora se puede protestar por Facebook. Ya no tiene sentido salir a la calle si es más cómodo hacerlo desde la casa. Igual ya nadie les para bolas», dijo un administrador de una papelería cercana a la Universidad Nacional, que pidió no ser identificado.
La medida que más ha llamado la atención es la de dejar de tirar piedras y explosivos desde las universidades. «Un día nos reunimos y pensamos: ¿Qué tal que le peguemos a alguien con una piedra? ¿Y si rompemos un vidrio o algo? Era algo que no habíamos analizado», enfatizó Cindy, quien tiene el respaldo de las principales asociaciones estudiantiles del país. «Estamos buscando elementos que podamos tirar con más seguridad, como pelotas de caucho o de ping pong, el problema es que no vuelan tan lejos».
La salud es otra razón por la que piensan reestructurar la manera de protestar. El promedio de edad de los encapuchados es de 40 años, muchos de ellos llevan más de 20 estudiando sin graduarse, lo que los hace más propensos a las lesiones. «Lanzar piedras provoca dolores de espalda y síndrome del túnel del carpo. Además, la exposición frecuente a los gases lacrimógenos ha demostrado efectos que van desde conjuntivitis y ronquera, hasta esterilidad total», declaró la médica deportóloga Mónica Castro.
Otra cosa que cambiará es la frecuencia de las protestas: «Por hacerlas tan seguido estábamos perdiendo mucha clase, algunos hasta empezaron a sacar malas notas. ¿Con qué cara vamos a exigir el derecho a la educación si nos pasamos capando clase? Además, a veces nos preguntamos durante las manifestaciones ¿y la de hoy por qué era? Muchas veces no nos acordamos».
El antropólogo Inti Suárez corroboró que medidas similares se han implantado con gran éxito en otros países: «En Uruguay, sin ir más lejos, lo nuevo es hacer grafitis con pintura biodegradable para no contaminar ni afear las paredes. En Argentina hay un límite de ruido para protestar libremente, pero sin incomodar al que va caminando al lado. Todo esto es señal de que nos estamos civilizando y aprendiendo a respetar al otro».
Con estas medidas buscan recuperar la imagen simpática y divertida de los revolucionarios de décadas pasadas, pues cada vez es más difícil reclutar nuevos miembros. «Uno puede ser de izquierda, pero no por eso hay que ser mal educado», puntualizó Cindy Calixta, representante de esta nueva generación de indignados que promete dar mucho de qué hablar.
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