Publicado el por en Salud y bienestar.

Hace una semana, se hizo viral la noticia del aumento en cirugías estéticas en mujeres menores de edad, particularmente, la reconstrucción de la parte externa del aparato reproductor.

Sobre esta noticia, Esther Ángel de Urrego, directora de Marketing en una importante empresa bogotana, comentó en su Facebook personal: «Estoy aterrada, ¿Cómo pueden decidir sobre su cuerpo las niñas que no se han terminado de desarrollar? ¿Tienen derecho los papás a decidir sobre el cuerpo de sus hijos?». Lo que no confesó Esther en su post, con más de treinta comentarios de sus excompañeras de colegio, es que ella misma ordenó circuncidar a Mateo, su hijo, a menos de un mes de haber nacido.

Una de sus amigas, Tati Mendoza, comentó: «Lo peor es que haya médicos que se presten a eso, más vale la plata que los valores». Esther respondió «1000% de acuerdo, Tati, se perdió la moral, ¿cuándo te dejas ver?», ocultando su oscura verdad familiar.

Mateo, quien ahora tiene cinco años, perdió su prepucio para siempre, en una sucia caneca de basura, por razones estéticas que decidió su madre, la misma que ahora comparte una petición en Change.org llamada «No a la mutilación genital infantil».

«Hay una doble moral muy grande en el tema de la circuncisión», comenta el urólogo Carlos Santander. «Es una costumbre arcaica que no ha demostrado ningún beneficio para la salud. La decisión la toman los padres por ideas religiosas o estéticas. Hay millones de hombres adultos que sufren en silencio por la abusiva invasion de sus padres en lo más íntimo de su anatomía, pero como no son niñas, nadie enciende una vela por ellos».

Ramón Verdugo, de la ONG «Macho que se respeta», pide un trato igualitario de los medios de comunicación: «¿Por qué no es noticia que le mochen el pipí a los niños, pero sí a las niñas? ¿No le parece discriminación? Las cirugías deberían prohibirse, tanto en hombres como en mujeres, hasta que sean mayores». Comentario sensato, incluso proviniendo de un machista consumado como Ramón.

Mientras tanto, miles de madres seguirán protestando por la intrusión en el cuerpo femenino, haciéndose las de la vista gorda con la sanguinaria tradición de mutilar el pellejo de los pequeños, cuyo único pecado fue nacer siendo hombres.

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