En materia de excentricidades no hay quien supere a los narcotraficantes colombianos. Luego de que por años llamaron la atención por sus excesos estéticos, pero también éticos y conceptuales, saliendo a la calle a bordo de carros con poderosos parlantes, llantas anchas, enano en el platón y mujeres que podrían flotar sin más ayuda que su propio cuerpo por meses enteros en el Océano Pacífico, ahora sorprenden con una nueva rareza.
Según pudo establecer Actualidad Panamericana, la última moda entre los traficantes va en sentido diametralmente opuesto a la que había sido la tendencia. Han decidido dejar atrás cadenas, jeans apretados, chaquetas abullonadas, vehículos 4×4 y armas de fuego para pasarse a los saquitos de lana, las camisetas roídas herencia del tío, los sombreros de ala corta que hoy son el bien más preciado en las herencias de los abuelos, los pantalones entubados y las gafas voluminosas sacadas a hurtadillas de lo más profundo del clóset materno.
Así mismo han archivado sus vehículos tipo «Burbuja» para comprarle a precios muy favorables la bicicleta Arbar o Monark a los jardineros de sus mansiones. Por último, y no menos importante, han jubilado a chimpancés, delfines y canguros que tenían como mascotas para acudir en masa a adoptar gatos abandonados exigiendo de entrada «el más mugroso y si está cojito, mejor».
Todo lo anterior hace parte de la onda hipster, tendencia que, aunque difícil de explicar en tan pocos renglones, se podría resumir en el hecho de sentirse moralmente superior por el solo hecho de no ser como todos los demás, algo que, paradójicamente, ya caracterizaba a la llamada cultura traqueta.
El caso es que la decisión de muchos de estos polémicos emprendedores de abrazar la vida alternativa va en serio. Lo demuestra, por ejemplo, el que muchos de ellos, carentes de vellosidad facial, han recurrido a implantes de vellosidad supralabial para poder lucir el bigote, requisito sine qua non del hipster de hoy.
Se destaca, de igual forma, lo congruente del salto, que no se ha limitado al atuendo y al lifestyle.Según fuentes de la Policía Antinarcóticos, se ha podido establecer que muchos han abandonado lucrativas rutas de envío de estupefacientes «solo porque de repente les parecieron muy mainstream», como aseguró un alto oficial. En lugar de esto, han optado nuevos trayectos en los que, además, usan tecnología amigable con el medio ambiente. Por ejemplo, se tiene información de que a las lanchas gofast les han instalado motores que funcionan con energía solar y que en algunos casos se han pasado incluso a los remos. En esta misma línea, han dado orden tajante para suspender el uso de cualquier insumo químico en la línea de producción de la droga. Han pedido que, en cambio, se utilicen sustancias naturales, resultado de la milenaria sabiduría de nuestros hermanos mayores al tiempo que han optado porque en estos laboratorios solo trabajen madres solteras cabeza de hogar responsables de la nueva línea que han lanzado: orgánica, sostenible y socialmente responsable.
Se sabe también, que buena parte de la droga que está saliendo rumbo al sur del continente ya no se embarca en tractomulas sino debajo de sus sombreros o en el interior de los marcos de las gafas y las bicicletas que ahora utilizan. «Por su tamaño, en dos de estas gafas cabe la coca que mueve normalmente una mula», puntualizó el oficial.
Por último, la señal más contundente de que se la han jugado por esta subcultura es que todos los indagados por Actualidad Panamericana negaron tajantemente ser hipsters por considerar «que esto ya era muy mainstream».
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