Aquellas parejas que son juzgadas porque en parques y espacios públicos recurren a cuestionables métodos de higiene facial tienen una razón más para seguir con su incómoda costumbre pese al qué dirán.
Un estudio adelantado por la Universidad de Wisconsin con 100 parejas que durante diez años se extrajeron barros y espinillas con relativa frecuencia y un grupo conformado por igual número de uniones que rechazaba esta práctica permitió concluir que las del primer grupo no solo demostraron ser más felices sino que el promedio de duración de estas relaciones fue 45% superior al de la contraparte.
La razón tiene que ver con nuestro origen como especie. «Este tipo de actividades no solo permiten construir sólidos lazos de confianza sino que activan una parte del cerebro que hemos conservado casi intacta de nuestros antepasados, por eso es que los micos recurren también a ella con tanta frecuencia: y es que de esta forma liberan una hormona, que también está en nuestro organismo, que es fundamental para construir modelos y parámetros de confianza y estabilidad en el cerebro», afirmó Carla Peterson, directora de la investigación.
Esta evidencia científica le ha servido a varios colectivos que, unidos gracias a la magia de Internet, vienen impulsando una jornada mundial de aseo facial amoroso y manual que tendría lugar en enero de 2015 en parques y separadores de avenidas del mundo entero.
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