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Eduardo Jiménez, sociólogo con una maestría en estudios de género de la cultura maya, finalmente abrió los ojos.

El suceso se produjo al tratar de pagar en horas de valor-trabajo un juguetico para su gato Lenin.

«Yo quería para mi gato Lenin un juguetico para que se entretuviera y dejara de explotarme la plusvalía por lo menos un rato.»

El juguetico consistía en una reproducción a escala pequeña de un gulag, con pequeños prisioneros y capataces. El set de cruel invierno venía por aparte, así que pensaba dejarlo para después. También se le puede acoplar una hambruna con pequeños ucranianos. Algunos incluso aparecen hirviendo a sus pequeñitos hijos.

Eduardo cuenta que cuando fue a pagar preguntó que con cuántas horas de trabajo podía obtener a cambio dicho juguetico, a lo cual el cajero lo miró con una mirada absorta.

«No me querían dar el juguetico e insistían en que debía dar a cambio algo llamado dinero, pero esto para mí simboliza la cosificación del hombre, así que protesté enérgicamente.»

Testigos afirman que la epifanía se produjo en ese momento.

Fernando Cáceres, cajero desde hace 15 años en el pequeño supermercado donde ocurrió el rarísimo fenómeno, fue testigo. «Él estaba ahí y de un momento a otro abrió los ojos, comprendiendo a cabalidad la teoría del valor subjetivo».

Eduardo Jiménez continúa su relato:

«Así es, en ese momento abrí los ojos, pues si quería darle gusto a mi gatico tenía que valorar más eso que un puñado de billetes, así esto fuera contra mi conciencia de parásito inútil y beneficiario del estado de bienestar. A pesar de lo que estudié pude conseguir un empleo en una panadería como cajero, donde aprendí la función de representación de la moneda y cómo la gente iba por su pan, pagaba y salía contenta, sin repartir propaganda marxista en absoluto, por no hablar ya de censurar la prensa o encarcelar a políticos opositores.»

Así que con lo que ganó de ahí pudo comprar el juguetico para su gato, y ahora Eduardo se ha convertido en una persona de bien, que ya no molesta a la gente.

«Es cierto, desde entonces ha dejado de bloquear calles, de llevar esas mochilas de hippie, de escuchar a Silvio Rodríguez e ir a reuniones del Polo. Hasta descolgó la foto en la que aparecía dándole un besito a Gustavo Petro», corroboraron sus amigos.

Heimito, corresponsal.

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