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En rueda de prensa que tuvo lugar esta mañana Alejandro Ordóñez anunció que ya radicó ante la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos una apelación a la nominación de «El abrazo de la serpiente» al premio a mejor película extranjera en la edición de este año de los premios Oscar.

Argumenta Ordoñez que el filme está lejos de representar a «la auténtica Colombia: la blanca, católica, temerosa de Dios y encaminada en línea recta hacia el progreso, la supremacía  y el desarrollo gracias al dominio por parte de sus varones de la rebelde naturaleza mientras en casa la mujer sumisa cultiva los valores morales que nos han hecho desde siempre una potencia moral desde que el benemérito reino español nos trajo la verdadera fe».

Insiste que, al contrario, «esa película parece hecha por el departamento de propaganda del Infierno, en la medida en que presenta como normal, e incluso, como deseable, todo un sartal de hechicería, magia negra, prácticas paganas, en las antípodas de los sacramentos de la iglesia católica, apostólica y romana. ¡Es un manual práctico de satanismo! declaró exaltado».

«La Colombia que el mundo quiere ver es la Colombia que sabe extraer de la tierra todo lo que Dios, juguetón, escondió en ella para que nosotros lo busquemos y lo saquemos de sus entrañas: el oro, las esmeraldas, el coltán, el carbón. Aquella que limpia al son de la santa guadaña toda esa maleza que crece en montes y llanuras que al ser diversa y tupida es por ende diabólica. Esa patria que le abre paso al orden y la armonía del monocultivo católico, bello epítome que la agricultura nos ofrece de lo que debería ser el orden social».

No obstante, el funcionario no se mostró muy optimista respecto al futuro de su iniciativa. «Desde que llegó el tal Obama ese país va de mal en peor; legalizan el matrimonio entre enfermitos, luego la droga, la eutanasia, apoyan la paz de Santos, se le arrodillan a los Castro ¿qué viene? ¿me preguntan qué viene? pues que premien esa pseudopelícula, eso viene», concluyó antes de dar su acostumbrada bendición urbi et patriae.

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