No paran los capítulos de intolerancia por cuenta de los «amarillos». El más reciente tuvo lugar ayer por la tarde en Bogotá cuando un grupo de iracundos conductores de este servicio agredió a un peatón que rechazó la oferta de uno de ellos por subir a su vehículo.
«Iba por la 68 abajo de la Boyacá, yo vivo en Engativá y me gusta caminar los domingos. De repente un taxista se me acercó, frenó, bajó la ventana y me preguntó: ‘¿lo llevo?’, yo le dije que no gracias y fue como si lo hubiera poseído un demonio. Ahí mismito dejó el carro en la mitad de la calle y se bajó a golpearme. Alcanzó a llamar apoyo, que llegó ahí mismo y todos emputados y todos pegándome con correas, palos y ambientadores», declaró a este medio la víctima que a esta hora se repone de las heridas en el Hospital de Suba.
«¿La Policía? Ellos por lo gordos se cansaron rápido», acotó.
Mientras el alcalde Enrique Peñalosa aseguró que de «haber hecho la izquierda en los 12 años de gobierno que tuvieron una troncal por la calle 68 eso no hubiera pasado», el exalcalde Gustavo Petro, sin ser consultado, llamó a la redacción a decir que «durante la alcaldía de Petro, es decir, durante la política del amor, los taxistas repartían credenciales de timoteo y cariño sincero de transportador en lugar de puños y patadas, propios de la extrema derecha mafiosatánicofascista».
Por último, la Ministra de Transporte (e) Natalia Abello y Ministro pro témpore del ramo, Uldarico Peña, aseguraron que en este caso prima el derecho fundamental al trabajo de los taxistas sobre el de la gente a la escogencia de alternativas de movilidad. «Ellos no solo estaban luchando por cuenta propia para defender sus derechos básicos, el pan de sus hijos, algo que es tradicional en Colombia desde la Independencia sino el de los grupos organizados y con capital político por hacer sentir por las vías de hecho, y renovar, su prelación constitucional sobre la gente común en la pirámide social, me extraña que me lo preguntes, ajá», concluyó Abello.