Aunque ya muchos lo sospechaban, hacía falta la evidencia científica. Esta llegó por cuenta de un estudio de la Universidad de Antioquia el cual confirmó que «la leche materna de senos expuestos durante más de dos horas al día a las radiaciones de un teléfono inteligente contiene elementos activos similares a los de las bebidas comúnmente conocidas como energizantes».
«Sí, cada vez son más los casos de nenonaticos que muestran una resistencia sorprendente para lo que es el llanto de fondo, como si estuvieran haciendo trampita», afirmó Marlén Piedrahíta, enfermera del Hospital Pablo Tobón Uribe, de Medellín. «La potencia de succión del neonato promedio está disparada y sin duda obedece a causas exógenas», complementó el pediatra Richard Campuzano, que participó en el estudio.
Los resultados sugieren reconsiderar las teorías de los niños índigo, cristal y arcoiris, denominación que en el último tiempo se le venía dando a infantes con aptitudes poco comunes para su edad, así como las virtudes de la llamada estimulación temprana. «La aparición de infantes sobreestimulados coincide perfectamente, si comparas ambas series, con la del robo de celulares en las calles. No inventen más, esto lo explica todo», declara Campuzano.
«Algo les están dando las mamitas, una no veía antes eso que se ve ahora de que un varoncito de la nada meta el brinco a la incubadora de la niña de al lado, y cada vez pasa más, toca es estarlos atajando», añadió Piedrahíta.
El fenómeno preocupa a la comunidad científica, toda vez que la ingesta de este tipo de bebidas así sea a través de la leche materna puede causar efectos colaterales no deseados en los menores tales como el gusto por la vida al límite, el sobreactuarse en Youtube y los deportes extremos.
«Es una paradoja, porque lo que sí no transmiten los teléfonos inteligentes es, precisamente, la inteligencia», concluye Campuzano.