La crisis económica por culpa de la pandemia del Covid-19 ha obligado a muchos negocios a cerrar o a reinventarse para minimizar las pérdidas. Uno de los sectores más afectados es el de los restaurantes de lujo, que se han visto en dificultades para mantener sus altos costos operativos.
«Cuando vas a un restaurante de lujo no solo pagas por la comida. Estás pagando por una experiencia gastronómica», explica Javier Pérez Von Newmann, presidente de la sociedad de bares, restaurantes y valet parkings, Sobreval.
Es por esto que ha sido muy difícil revivir la experiencia de un restaurante en las casas. «Una vez que le quitas la experiencia, un plato como el Moon Don’t Go del restaurante Voleur se convierte en el mismo mondongo que venden en cualquier asadero. Es muy difícil cobrar $40.000 por una oblea crocante de maíz molido en reducción de óleos lácteos vacunos con finas notas de hollín cuando a la portería te llega una arepa con mantequilla», agregó Von Newmann.
Como una solución a esta difícil coyuntura, varios restaurantes han promocionado un servicio de domicilios premium, en el que a la casa llegará un mesero dispuesto a ser humillado sin hablar. El paquete básico arranca en $200.000 e incluye la entrada del mesero por la puerta del perro, la posibilidad de preguntarle hasta 5 veces la explicación de los platos y negarle la propina bajo cualquier excusa. Este valor es adicional al de la comida.
En caso de tocarle una mesera de sexo femenino, podrá hacerle comentarios morbosos de doble sentido, aunque el contacto físico está totalmente prohibido. Por un costo adicional, el mesero aceptará sus chistes flojos repetidos, como el del policía chiquito.
Un pequeño porcentaje del dinero recogido por la experiencia -nunca más del 3 por ciento- irá para el mesero. Las propinas serán retenidas por el restaurante para dar aún más realismo a esta maravillosa experiencia.