Como un paso adelante en materia de ciencia, economía naranja e innovación calificó hoy Samuel McAllister, CEO Senior de la rama de innovación de Rappi, el poner a disposición de los usuarios los primeros operarios con tercer brazo artificialmente implantado.
Gracias a este programa, a partir de hoy ya están listos en zonas exclusivas del Nororiente de Bogotá 10 rappitenderos tribrazos plus, como han sido llamados estos pioneros, para atender usuarios premium dispuestos además a pagar un 30 % adicional por cuenta de la necesidad que los diez ‘conejillos de indias’ tienen de saldar la multimillonaria deuda que han contraído con la EPS a cargo del transplante. Como es obvio y natural, Rappi no asumió el valor del procedimiento.
«Sería malacostumbrarlos, como un bajón heavy a la energía naranja del emprendimiento que circula por sus venas. Uno les paga eso y lo siguiente es que te pidan casco y luz o que no les cobremos la chaqueta con tres mangas. Así empiezan los mamertos. Si necesitan salir de esa deuda pues eso los hará más creativos y estarán más despiertos para olerse oportunidades adicionales de mejorar sus ingresos, como por ejemplo usar el tercer brazo no para tener el celular mientras pedalean sino para hacer un show de sombras o malabarismo en en el andén contiguo a la vía y recoger estímulos no formales -no los llamemos limosna- entre los peatones», explicó McAllister.
La iniciativa surge de observar la evidente necesidad de una extremidad adicional de quienes se dedican a esta labor. De tomar fuerza el programa, cada vez serán más los rappitenderos con las dos manos en el manubrio y la tercera sosteniendo el celular que se verán por las aceras del país y del continente. Una siguiente fase apunta al tercer ojo, no con propósitos místicos ni para que se percaten de la luz roja del semáforo o de la presencia de peatones en el andén ‘sino para que se vayan pillando oportunidades de innovación cotidianas’, afirmó McAllister.
Los brazos transplantados se desarrollaron a partir de células madre obtenidas de los mismos voluntarios cultivadas sobre tejido óseo impreso en 3D. La técnica se perfeccionó luego de varios intentos por emplear brazos de chimpancé a cambio de racimos de plátano vitalicio, que eran más baratos, pero los primeros implantes fracasaron por el impredecible comportamiento de los brazos, que podían arrojar la mercancía o hacer gestos obscenos a los clientes.