La noticia, todavía sin confirmar, ha generado enorme escepticismo entre ciudadanía y entendidos. Y es que según al menos dos versiones, ayer por la tarde se habría dado el extraño caso de un ciclista urbano en franca situación de hipsteridad a bordo de una bicicleta tipo Sparkies -denominación del nuevo código de transito y con origen en su paleta de vivos colores- que, luciendo, como es la norma, audífonos que aíslan el ruido exterior, se habría detenido en un semáforo del nuevo bicicarril de la carrera 11 a la altura, al parecer, de la calle 83.
«Lo juro, nadie me cree pero lo juro. El muchacho vio la luz roja y paró», asevera Marlén Fuenmayor, propietaria de un local de medias veladas. «Lo que dice doña Marlén es cierto, pa chucho, el joven esperó a que cambiara, ambas lo vimos», añade Nubia Bueno, vendedora de tintos.
«La gente dice muchas cosas, a veces inventa. En este caso habría que revisar los videos de las cámaras de los edificios cercanos porque la nuestra está dañada. La verdad aquí somos escépticos», declaró un vocero de la Secretaría de Movilidad.
«El otro día alguien nos salió con que uno de estos jóvenes, viéndose de frente con una anciana en un peatonal, se había detenido, se había bajado y le había permitido el paso. Por supuesto que sonaba a fantasía y así lo constatamos cuando, muertos de la curiosidad escarbamos hasta que encontramos el video y vimos que no solo no se bajó, sino que aceleró, le pasó por encima, le fracturó el fémur y la escupió, eso sí, gargajo orgánico y aderezado con semillas Chía, por lo que le pidió a la atribulada dama que le agradeciera porque, además, le estaba haciendo un bien: ‘un peatón menos es una bici más y así todos salvaremos el planeta, a las buenas o las malas’, le espetó después».