Contrario a lo que había anunciado, acabar con el Obamacare no fue el primer acto de gobierno de Donald Trump. No había terminado de acomodarse en la poltrona del escritorio de la oficina oval cuando ya había llamado a su asistente personal para que le averiguara cómo era eso del banco en Colombia que estaba dando créditos a personas poderosas y controvertidas y sin exigir mayores requisitos.
«Before I start messing around I need to kill some snakes» («Antes de empezar a joder tengo que matar par culebras») se le habría escuchado al nuevo CEO de Estados Unidos al que los gastos de la campaña lo habrían dejado ilíquido.
Tal situación fue un dolor de cabeza habida cuenta de que la Constitución de los Estados Unidos es tajante en la prohibición al presidente de incurrir en vínculos comerciales con el sector bancario.
La petición de crédito fue aceptada de inmediato, no obstante aparecer como deudor solidario una promesa de sociedad futura sujeta a punto de equilibrio de un proyecto de casino virtual en la deep web del que Trump sería socio.