Una extraña moda tiene a muchos sorprendidos y cuestionándose los límites de la llamada “onda vegana”. Un grupo de personas en Suecia inscritas en esta corriente -que rechaza ingerir cualquier alimento de origen animal- ha sorprendido al mundo entero al revelar que llevan varios meses dedicados a la elaboración y consumo de productos lácteos tomando como materia prima nada menos que la leche materna.
Argumentan que tomaron tal decisión al conocer el diagnóstico de un equipo de nutricionistas luego de que observaran como varios de ellos comenzaban a perder la dentadura y a sufrir continuas fracturas en sus huesos resultado de la falta de calcio.
El informe subrayó los riesgos que para su salud acarreaba una dieta compuesta solo por productos de origen mineral y vegetal. Ante este dictamen que sugería como algo inevitable el consumo de leche que no fuera de soya o almendra y fieles a sus principios incluso en esta compleja disyuntiva, optaron por esta solución salomónica que además está en sintonía con su precepto de regresar a lo básico. Su línea de productos es particularmente variada: desde leche en bolsa para consumir con el café o el cereal hasta yogures probióticos pasando por flanes y quesos tipo camembert.
“Sabemos que lo que hacemos no es bien visto, que seremos juzgados, pero no nos importa. La leche materna es un néctar que nos regala el cosmos para, precisamente, humanizarnos más. Y esto es lo que el mundo necesita en estos momentos en los que parece perder el rumbo: volver a sintonizarse con su íntimo origen, con su condición y esencia mágica y mística”, afirmo Johans Voekel, uno de los más entusiastas promotores del proyecto.
La industria se surte de madres en estado de lactancia que quieren ganar unos euros extra. Así, durante este período consumen estrógeno de cabra –podrían recurrir a ciertas hormonas, pero se trata, recordemos, de una alternativa ciento por ciento natural-. Dicha sustancia duplica y en ocasiones triplica la producción del líquido de tal forma que pueden suplir las necesidades del neonato y llenar los bidones debidamente esterilizados que la empresa les hace llegar cada madrugada. Lo que viene después no tiene mayor misterio, pues se trata del mismo proceso de cualquier fábrica de este tipo que trabaje con leche de origen animal.
Una ventaja adicional es el vacío legal que existe en materia tributaria sobre estos productos, libres, por lo pronto, de cualquier impuesto, algo “que los hace muy competitivos”. Juega a favor de ellos también que, según se ha comprobado, las flatulencias de madres lactantes producen mucho menor impacto en la atmósfera que las de vacas, responsables del cinco por ciento del total de los gases de efecto invernadero que cada año se emiten en el planeta.
Y si lo hasta ahora hecho ha sido motivo de sorpresa para unos y repulsión para otros, el siguiente paso tampoco pasará inadvertido: “en esta, como en cualquier otra industria, si no innovas a diario estás muerto, por eso ya está en fase de experimentación un exquisito queso de cuajo de reflujo de bebé”, afirmó Voekel con la mayor naturalidad.
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