Apenas se detuvo el coche, el patrullero Cassiani notó que se sacudía. «No era normal, pero sinceramente no sospeché que hubiera algo anómalo, ¿qué mal podría haber en un vehículo turístico como este?», reflexionó en el instante.
Pero en lugar de detenerse el movimiento, se hizo más intenso. «Ahí sí dije: mierda, no joda, acá hay algo que no me cuadra, cuadro». Lo primero que hizo, como dicta el protocolo, fue interrogar al equino, quien se rehusó a responder. Entonces procedió a interpelar al conductor, quien, nervioso, se autoincriminó: «mi patrullero, me extraña, todo está en orden, ¿o es que me viste la cara de hacer paseos millonarios?»
No había terminado de hablar cuando vio a dos sombreros de aguadas en la silla del carruaje, sin propietario, junto a dos programas arrugados del Hay Festival y un par de zapatos tipo crocs. Tal hallazgo que lo animó a pedir refuerzos. Cuando llegaron sus compañeros procedieron a una requisa hallando en el baúl aparentemente decorativo de la parte trasera del vehículo a una pareja de turistas, pero sobre todo intelectuales, viajeros, melómanos e irreverentes -así le solicitaron a este reportero que los describiera- amarrados con sogas de barco al parecer del siglo XVII.
Y así quedó al descubierto esta nueva modalidad delictiva que azota al centro de la capital de Bolívar sobre todo en época de gran afluencia de extranjeros y personas del interior del país ahora conocidos como neocartageneros. El modus operandi, según pudimos establecer, varía. En algunos casos los doblegan depositando una microdosis de escopolamina en el pareo o foulard, pero también -sobre todo si las víctimas son foráneas- los atraen complicidad con hoteles inescrupulosos que les venden el paseo con «the millionaire ride» incluida, sin proporcionarles mayores detalles.
Llama la atención, eso sí, la manera como los responsables de estos robos se refieren a sus fechorías: «Mira, creo que están dramatizando. Ven solo lo negativo, cuando esto es ante todo un esfuerzo patrimonial. Si todas las fuerzas vivas de la ciudad llevan años empeñadas en devolverle a nuestro corralito de piedra su glorioso pasado colonial nosotros también tenemos derecho y lo hacemos de la única manera que podemos. Antes la alcaldía debería reconocernos de alguna manera nuestro aporte. Tienen que tener en cuenta que robamos, sí, pero a la usanza del siglo XVI, es decir, solo nos quedamos con las joyas de oro y las tarjetas gold, además, durante el paseo les contamos la historia de los piratas que asediaban la ciudad amurallada, esto es ante todo una experiencia con mucha adrenalina y con un fuerte componente pedagógico, tanto que algunos dicen que traerán a sus jefes a que la vivan», afirmó alias Morgan, cabecilla de la banda hoy detenido en la cárcel de Ternera.
Por lo pronto, la Policía Metropolitana de Cartagena además de declararse muy preocupada recomendó evitar coches con baúl trasero y anunció un programa para reclutar equinos informantes.
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