Un principio de acuerdo se empieza a vislumbrar en las negociaciones entre la Alcaldía de Bogotá y los vecinos de la tradicional carrera séptima que se oponen rabiosamente a que por dicho corredor sea construida una troncal del sistema de transporte masivo, Transmilenio.
Se trata de llevar a cabo la obra pero con modificaciones en su denominación y apariencia. No se llamará Transmilenio y tanto buses y estaciones no se parecerán a los de las actuales vías que usan los articulados.
A esta salida se llegó luego de que el IDU le mostrara a los vecinos preocupados un ‘render’ en el que articulados azules se detenían, puntuales, en estaciones de vivos colores y piso de madera laminada. Dentro de los buses, la música clásica reemplazaba al rap conciencia. «La verga», «elegante», «óptimo», «igual que en Europa», fueron las reacciones más frecuentes entre los opositores.
La sorprendente respuesta obligó a varios a aceptar que en la lista de sus objeciones, en la cual figuran temas sensibles como la contaminación, el deterioro del espacio urbano, el impacto al tráfico vehicular y las incomodidades que causará la obra, la de «haber pagado ‘un chichonerón’ de plata por el apartamento para que termine siendo vecino de Transmilenio, como cualquiera de la 80, la Caracas, la NQS o la 26 lo pone a uno ‘down'» ocupa el primer lugar.