Vecinos de este enclave cultural e intelectual de la capital están recolectando firmas que respalden su aspiración de ser una provincia más de la comunidad autónoma española. Quieren elevar una petición a su gobierno para que los admita como territorio de ultramar y una a la Alcaldía Mayor para que, en reconocimiento de un sentir popular masivo y unánime, «acepte pacíficamente y sin necesidad de recurrir a las vías de hecho, la secesión».
«Nada, es apenas justo dados los lazos que nos unen. Es que están en todo. No solo los nombres de los restaurantes están muchos en catalán y cobran igual o más que allá. También hay que valorar la encuesta que hicimos y que arrojó que el que 98 de los habitantes ha ido al menos una vez en su vida a Barcelona, el 70 ha vivido una temporada allá mientras que el 50 ha estado así sea un mes en un taller de joyería o similares. El 2 por ciento corresponde a los tombos de la estación, que siempre han hecho ruido, han rayado el look and feel del barrio», afirmó Guadalupe Mariño-Hassler, vocera del movimiento Macataluña mientras le recomendaba la «doula de moda» a una amiga próxima a dar a luz.
Asegura Mariño-Hassler que uno de cada dos vecinos «o es hijo o es nieto de catalanes» y que uno de cada tres porta, con mucha vergüenza, claro está, el pasaporte español. Añade que a aquellos que no tienen trabajo, «jamás se les ocurriría autoreconocerse como desempleados, sin ‘chanfa’ o freelancers, que es lo mismo, sino que se asumen ‘en paro'». «Definitivamente tenemos mucho que ofrecerle a Cataluña, seríamos un enclave de oficios liberales, bellas artes y ciencias sociales soñado para cualquier país que quiera mostrar indicadores ejemplares en educación y cultura», añade.
Argumentan que todos se pusieron de acuerdo para autodecretar ley seca el pasado 6 de junio luego de la victoria de Barcelona sobre Juventus de Turín por la Liga de Campeones «porque ese día se calentó el parche acá», y que, en esa línea, «aquí no vas a ver a ningún niño jugando fútbol y pidiéndose Mayer Candelo o Daniel Torres, aquí todos quieren ser Messi, Neymar o Dani Alves», como asegura Arturo Mila, tesorero del movimiento. «Pon algo más, acá vivimos desde hace rato con horario europeo. No vas a encontrar un solo oficinista manteco que madrugue de corbata a trabajar y regrese a las cinco. Cero. Acá todos nos levantamos cuando cae el sol en Europa, porque vivimos con una ansias eternas e inagotables de descubrir qué nos trae cada noche, que es, finalmente, el espíritu catalán, sin importar si es lunes o es viernes, eso es para los borregos», concluyó.
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